lunes, 7 de julio de 2008

De cómo acabé el primer día en la boca del lobo

Nada más llegar a Argentina casi me desvalijan. Muchos pensarán que hay que ser idiota para verse en la situación que yo me encontré y que en seguida paso a relatar. Les ruego sean comprensivos con mi falta de conocimiento del país. Mi historia servirá, de paso, para indagar un poquitín en el alma argentina.
Deambulo por las calles peatonales del Microcentro, abarrotadas a mediodía. Como a todo recién llegado, me embelesan los detalles y, por eso, me detengo a recoger el papel que me entrega en mano un chaval. Es el flyer de un local de copas. Al ver que me paro a leerlo, aprovecha para arrojar su caudalosa verborrea comercial sobre mi perpleja e indefensa persona. En cuanto la primera palabra sale de mi boca se da cuenta de que soy español. La cagué. Es entonces cuando redobla su ofensiva. “Mirá vos, si querés podés tener una consumición gratis en el bolishe. Sólo tenés que acompañarme a que te selle” me intenta convencer, señalando un recuadro en blanco del flyer.

Pienso que cobra por comisión, que no tengo prisa y que con el sellito le ayudaré a cobrar unos pesos más. Así que le sigo unos metros a la puerta del local, en el epicentro comercial de la ciudad, entre escaparates de moda y establecimientos de comida rápida. Me agarra del brazo y me introduce en la penumbra. Nos recibe la voz juvenil de una chica argentina. Está tan oscuro que no se le ve la cara. El relaciones públicas dice que va a la barra a estampar el sello y me encomienda a Susana durante unos segundos.

-Ahí mi amor, ¿cómo te llamás? ¿Fernando?, ¿eres español? , pero vení acá, sentate conmigo- se presenta ella, con extrema cercanía y manoseos.

-Mira, tengo mucha prisa. Me tengo que ir Susana. Yo entiendo que tú tienes que hacer tu trabajo, pero yo no soy cliente de este tipo de sitios.-Me acuerdo ahora del relaciones públicas y de su familia al completo. Nunca me dijo que el boliche (discoteca o pub en Argentina) fuese un lupanar. Además, la foto del flyer mostraba un recatado bar de copas.

-Mi amor. Esperá acá. Mi compañero sólo va a sellar el papelito y vos podés marshar.

Otra chica emerge de la oscuridad. Dos contra uno. Me sientan a la fuerza.

-Mirá, te presento a Marianela. Esha ha sido chica Tinelli (un programa de telebasura). Es refamosa. ¿Nunca la has visto en la televisión?, ¿Que no?, ¿Cómo es eso?, ¿Que en España no ven la tele argentina?

Entre tanto Susana no para de llamar con palmas al camarero: ¡Mosso! (Así los llaman aquí). Yo pienso que a quien convoca es al chico que tiene que traer el flyer pero para mi espanto se trata de un gorila obeso con forma de luchador de sumo que transporta en alto una bandeja con tres copas. ¡Ay, mi madre! Susana casi me hace ingerir el cubata como si fuera un biberón. Yo obviamente no permito que ese líquido en el que a saber qué droga han disuelto traspase mis labios. Me incorporo y le pido de la manera más amable posible al paquidermo que se aparte del camino para dejarme salir.

-Antes debes pagarme. Vos estuviste con mis chicas y tomaste una copa.

-Por favor déjame salir que tengo cosas que hacer. No te voy a pagar por una copa que no he bebido y por unas chicas a las que no he tocado. -le reto y me pregunto si actúo con sensatez o se trata de una temeridad. Los nervios me carcomen y el insoportable sonsonete de las dos prostitutas no me deja pensar: “Fernando mi amor tené que pagar lo que debés”. Me figuro que el pago por mi rescate ascenderá a cifras exorbitantes y en un segundo de lucidez diseño mi escapatoria. Hago ademán de sacar mi cartera del bolsillo para confundir al simio que guarda la caverna y le planto un manotazo en la cara. Me pone la zancadilla y la evito saltando hacia la puerta, que afortunadamente es giratoria y cede con mi peso. La suerte está conmigo, pues mi plan tenía un punto débil: No recordaba si había un portero en la entrada de aquel antro. Aliviado, compruebo que mis secuestradores son más chapuceros de lo que llegué a pensar. Recupero la luz del día y me escabullo entre el gentío. ´

Así fue mi recibimiento en este país. Por cierto no soy el primero al que se la intentan jugar. Un chaval catalán me contó que le hicieron la misma treta, pero acabó pagando 10 euros (todo un dinero para un país como Argentina). Paula, una de las redactoras de La Nación, me ha puesto sobre aviso con respecto a la picaresca del lugar: “Si un argentino tiene que seguir siete pasos para cumplir una tarea, hará todo lo posible por hacerla en uno o en dos a lo sumo. Pero, ojo, ¡no todos somos así!”.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Estás loco, espero que belén lea esto y te traiga de vuelta a casa antes de que sea demasiado tarde. Ten más cuidado.

Un saludo.

Gala dijo...

Pero chiquillooooooooooooooooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!La historia es como una del oeste... de las buenas. Me lo he leído todo mordiéndome las uñas. Prométeme que de aqui en adelante tendrás más cuidado. Queremos que vuelvas de Argentina como volviste de Palestina, enterito y coleando. Un beso grande para tí y otro para Lidia. Desde Cuatro te saludan LOS BECARIOS DE LA IMAGEN

Unknown dijo...

Tío, una historia de puta madre. Supongo que es lo que se podría llamar "diferencias culturales".

Chica de gafas dijo...

En shock, no sé cómo te atreviste a pegarle un manotazo al gorila. Y afortunadamente saliste de una pieza!!!

Qué miedo!!!

Cuídate mucho. Gran relato, eso sí.

Te queremos ver —como dice Gala— enterito y de una pieza de regreso por Madrid.

Saludos!